Presente…
El viaje ha sido largo, sobre todo cuando Chris ha
puesto toda su colección de esos cantantes de casi setenta años que parecen que
se han comido una rata con piojos. Su novia, Elena Johnson ha sido la única que
se ha decidido a apagar la radio para empezar a jugar al “veo, veo”. En esos
momentos ya me he puesto los cascos y he puesto a mis cantantes favoritos a
todo volumen. En estos momentos los sigo teniendo puesto: Imagine Dragons,
Radioactive. Es una de las muchas que no me canso de escuchar.
Empiezo a subir las escaleras cuando la puerta de
“nuestra nueva casa” se abre. Las razones por las que dejamos nuestro piso en
el centro de Londres fueron tantas que paso de recordarlas en estos momentos.
-¡Cali!-oigo que me llaman. Me quito el casco derecho
para ver que es Elena la que está sosteniendo todas las maletas mientras que mi
tío se rasca la barba y baja del porche para sacar las demás cosas des coche. Solo
hemos traído las maletas con la ropa y lo más frágil, lo demás tiene en un gran
camión de una pequeña compañía de esta ciudad. Creo que se llamaba Mudanzas
Hamilton o algo por el estilo.
-¿Quieres que te ayude?-le pregunto.
-¿A ti que te parece?
Que sí. Me acerco a ella y cojo mi maleta de color
azul para subirla a lo que ahora será mi cuarto nuevo. Es grande, sí; con un
propio cuarto de baño y un banco de ventana enfrente de la puerta, otras dos
ventanas a ambos lados iluminan todo. El suelo es de madera pulida y reluciente
mientras que las paredes están pintadas de un azul claro.
Dejo caer la maleta para bajar de nuevo y ver que Chris se ha encaramado con su novia en un beso apasionado.
-¿Os importaría no causar recuerdos de los que me
entren ganas de suicidarme?-les digo, pero solo consigo que se rían.
-Cali, ¿por qué no vas a ver si han traído las demás
cosas?-Elena me hace un gesto con la cabeza, indicándome que quieren estar
solos. En serio, me ponen de los nervios.
Salgo al porche y me siento en las escaleras blancas
que se notan que están recién pintadas para impresionar a posibles vendedores.
Ahora es nuestra casa así que seguramente esté más descuidada en el futuro.
Estamos a principios de invierno, solo faltan semanas para navidad y veintiún días para mi cumpleaños. Voy a cumplir
diecisiete y me encantaría hacer una fiesta brutal, pero no tengo amigos.
Tampoco los tenía en el otro instituto que tenía antes, solo un vecino del
mismo piso que el nuestro que iba a un internado y solo estaba en casa los
fines de semana, era lo mejor que podría tener.
En cuanto a mi vida escolar tengo muy buenas notas,
todo sobresaliente y ninguna falta de asistencia de la que me tenga que
arrepentir, seguramente por eso me odiaban todos. Suelo ser la típica rata de
biblioteca que se queda callada sin hacer ruido porque cree que si respira todo
el mundo se enfadará con ella. Todo lo normal en la típica adolescente
americana que ha vivido diez años en Londres, cuando tenía a mis padres
vivíamos en esta ciudad, una pena que no me acuerde de nada.
Suena el claxon de un coche dos veces y un gran camión
de color blanco y con el logotipo de la empresa dibujado a lo grande con letras
verdes. Dos personas se bajan de él y se acercan a la casa. Me pongo de pie y
me limpio el sudor de las manos en los vaqueros azules. Le grito a Chris que
venga y en dos segundos aparece en el porche.
-Ya están aquí, gracias por la rapidez. Es que tenemos
que empezar a colocar todas las cosas para tener por fin nuestro hogar.
¿Nuestro hogar? La estupidez de este hombre es sin
duda de las mayores. Me río por lo bajo y miro hacia otro lado.
-No importa, nosotros también fuimos muy rápidos a la
hora de instalarnos aquí.-comenta uno de los conductores. Es un hombre mayor,
como de unos cincuenta años y con muchas arrugas. Su pelo es canoso y está echado hacia atrás de
una manera muy ridícula para que no se le nota la calva. Tiene los ojos azules
y gafas.
-¿Usted no es de aquí? Creí que sí, por la empresa.
El hombre niega con la cabeza y le da un golpe en la
espalda a su compañero, un muchacho casi de mi misma edad. Es rubio y su pelo
es un poco rizado, tiene los ojos azules y es muy alto. Cuando me mira sonríe;
yo aparto la mirada.
-Mis hijos y yo nos mudamos aquí después de que mi
esposa falleciera en un accidente de coche.
Mi tío ahora parece incómodo. Lo miro de reojo y vuelvo mi vista hacia el
muchacho de ojos azules que va vestido con el mismo traje que su padre, será el
de su empresa de transporte.
-Siento su pérdida.
El hombre asiente con la cabeza y vuelve a darle un
golpe a su hijo en el hombro, haciéndole una señal hacia el camión.
-¿Por qué no vas a descargar las cosas? Yo mientras
hablaré con el señor Berry para comentarle el precio.
El muchacho asiente y se va, puedo ver en un suspiro
sus anchas espaldas y su pelo rubio alejarse por el pequeño camino del jardín.
Mi tío me da un golpecito en el hombro y me señala a mí también el camión.
-¿Por qué no ayudas?
Lo miro con el ceño fruncido y me cruzo de brazos,
pero al final me encojo de hombros.
-Si no hay más remedio.
Empiezo a andar por el camino mientras mis botas de
flores que son como dos números más grandes que mi propio pie resuenan en la
piedra blanca. Cuando llego a la parte trasera del camión puedo ver todos los
muebles que hay: una lámpara, dos camas y su cabeceros y colchones, muebles y
más muebles… No sabía que teníamos tantas cosas hasta que las veo apiladas en
un mismo sitio.
El muchacho rubio está descargando una mesilla (mí
mesilla) en esos momentos. Lo hace sin dificultad, como si solo fuera un
juguete. Es muy fuerte, o solo lo aparenta.
-¿Necesitas algo de ayuda?-pregunto, me apoyo en el
camión y lo miro a los ojos.
El muchacho me mira y se encoge de hombros.
-Si eres capaz de bajar un mueble entero, eres
bienvenida.-me contesta. Su voz es grave y divertida. Me mira con un solo ojo
porque el otro lo tiene cerrado por el reflejo del sol. Mis ojos, al ser
completamente negros pueden soportar la luz.
Él me sonríe y me extiende su
mano.
>>Me llamo Luke Hamilton, ¿tú eres?
Le estrecho la mano despacio. Mi mano está casi toda
cubierta por mi chaqueta de manga larga de color lila. Es larga y calentita, me
encanta.
-Calina Berry.
Luke me sonríe de lado, con gracia. Vuelve a descargar
otra mesilla y la pone a mis pies. Me subo a ella y después al camión para
coger las cosas menos pesadas y cercanas que veo, cojo una lámpara negra y se
la paso a Luke para que la deposite en la acera.
-Y ¿ahora irás al instituto?-me pregunta Luke después
de un rato. Él también se ha subido al camión porque solo quedan los muebles
más pesados. Quién iba a decir que terminaríamos tan pronto.
-Supongo, ¿cuántos institutos conoces que acepten a
una muchacha al final del primer trimestre?
Luke se ríe y cuando lo hace, le suben y bajan los
hombros. Yo solo sonrío tímidamente y me limpio el sudor de las manos en los
pantalones.
-Pues solo conozco al único instituto de aquí, es al
que yo voy.
-Si es el único de aquí es al que va todo el mundo
¿no?-inquiero, alzando las cejas de manera mecánica.
Luke se vuelve a reír y cuando se cantea me mira a los
ojos. Me pone nerviosa que la gente me mire a los ojos, es una extraña manía
que tengo desde pequeña. Miro mis botas con las mejillas encendidas como
tomates esperando que no lo haya notado. Es muy majo, que pena que solo esté
mintiendo.
-¿Por qué me miras tanto?-pregunto después de un rato.
Luke se está bajando del camión y yo lo sigo. Me tiende la mano para ayudarme
bajar pero me parece que eso sería como demasiado así que doy un salto y bajo
al suelo. Intento ignorar el dolor del tobillo.
-Te podría haber ayudado a bajar.-me comenta.
-No tienes por qué.
Empiezo a andar hacia casa pesadamente por el dolor de
tobillo que se va apagando de manera lenta. Luke Hamilton me sigue los talones.
-Te miro porque nunca he visto a una muchacha tan
graciosa.
-No he dicho nada que haga gracia Luke.-niego con la
cabeza y me canteo para mirarlo. Es como treinta centímetros más alto que yo así
que tengo que levantar la cabeza para mirarlo a los ojos.
-Pues entonces eres tú; tu tono es el que me hace
gracia.
Me trago una sonrisa.
-No tienes por qué mentir si no quieres, sé que estás
mintiendo. No espero que me entiendas pero no te conviene ser amable
conmigo.-le digo, en estos momentos se me está formando un nudo en la
garganta-.Nadie es mi amigo y yo no quiero hacerlos así que déjame en paz.
Empiezo a caminar para dejarlo ahí parado, en la
puerta del jardín con la palabra en la boca. Cuando entro en casa, Chris está
estrechándole la mano al señor Hamilton y Elena sonríe satisfecha. Me dejo caer
en las escaleras y veo como empiezan a entrar y salir de la casa con todos los
muebles que hemos descargado.
-¿Ya se han ido?-pregunto desde arriba. En el piso
superior hay tres habitaciones y un cuarto de baño con azulejos azules y
blancos. Es un estrecho pasillo y tiene una barandilla para bajar por las
escaleras. En el piso inferior está la entrada en donde han colocado todas las
cajas, muebles y demás. A la izquierda está el salón y a la derecha la cocina
que tiene otra puerta que da a un patio trasero con piscina de pequeño tamaño.
En la entrada hay otra puerta que da al sótano; un gran agujero negro al que
todavía no le ha colocado la bombilla a la lámpara. Está todo lleno de polvo.
-Sí, ¿por qué no bajas?-Elena aparece limpiándose las
manos con un trapo de cocina. Es la sala que antes han colocado todos, el
comedor es lo siguiente y las camas lo de después.
-¿Qué quieres?
-¿Y ese tono?-Elena me agarra un rizo del pelo y me lo
coloca detrás de la oreja. Sus ojos castaños me miran insistentes con
preocupación. Ella es muy guapa, con el pelo castaño liso recogido en un moño y
un vestido negro con flores.
>> ¿Sabes que ese muchacho, Luke, va al mismo
curso que tú? Por supuesto es más mayor. Estoy deseando que llegue el lunes
para ir al instituto, ¿y tú? Que suerte que sea tu profesora de lengua ¿verdad?
Me trago eso de que familia y clases no combinan en
absoluto, pero solo sonrío de medio lado. En estos momentos entra Chris
acariciándose la frente. Él es alto y un poco regordete, con una frente ancha y
su pelo rubio muy corto. Sus ojos son azules, se nota que era hermano de mi
padre, aunque este tenga tres años más.
-¿Qué os apetece cenar? Tengo dos propuestas: pedir
pizza o ir a un chino.
-Chino.-decimos Elena y yo a la vez. Nos reímos
y después salimos fuera para montarnos en el Mercedes rojo de Chris. Tenemos
que acostumbrarnos a la ciudad porque si no vamos a estar muy perdidos en los
días que vienen.