jueves, 27 de febrero de 2014

Capítulo 1

Presente…
El viaje ha sido largo, sobre todo cuando Chris ha puesto toda su colección de esos cantantes de casi setenta años que parecen que se han comido una rata con piojos. Su novia, Elena Johnson ha sido la única que se ha decidido a apagar la radio para empezar a jugar al “veo, veo”. En esos momentos ya me he puesto los cascos y he puesto a mis cantantes favoritos a todo volumen. En estos momentos los sigo teniendo puesto: Imagine Dragons, Radioactive. Es una de las muchas que no me canso de escuchar.
Empiezo a subir las escaleras cuando la puerta de “nuestra nueva casa” se abre. Las razones por las que dejamos nuestro piso en el centro de Londres fueron tantas que paso de recordarlas en estos momentos.
-¡Cali!-oigo que me llaman. Me quito el casco derecho para ver que es Elena la que está sosteniendo todas las maletas mientras que mi tío se rasca la barba y baja del porche para sacar las demás cosas des coche. Solo hemos traído las maletas con la ropa y lo más frágil, lo demás tiene en un gran camión de una pequeña compañía de esta ciudad. Creo que se llamaba Mudanzas Hamilton o algo por el estilo.
-¿Quieres que te ayude?-le pregunto.
-¿A ti que te parece?
Que sí. Me acerco a ella y cojo mi maleta de color azul para subirla a lo que ahora será mi cuarto nuevo. Es grande, sí; con un propio cuarto de baño y un banco de ventana enfrente de la puerta, otras dos ventanas a ambos lados iluminan todo. El suelo es de madera pulida y reluciente mientras que las paredes están pintadas de un azul claro.
Dejo caer la maleta para bajar de nuevo y ver que Chris se ha encaramado con su novia en un beso apasionado.
-¿Os importaría no causar recuerdos de los que me entren ganas de suicidarme?-les digo, pero solo consigo que se rían.
-Cali, ¿por qué no vas a ver si han traído las demás cosas?-Elena me hace un gesto con la cabeza, indicándome que quieren estar solos. En serio, me ponen de los nervios.
Salgo al porche y me siento en las escaleras blancas que se notan que están recién pintadas para impresionar a posibles vendedores. Ahora es nuestra casa así que seguramente esté más descuidada en el futuro.
Estamos a principios de invierno, solo faltan semanas para navidad y veintiún días para mi cumpleaños. Voy a cumplir diecisiete y me encantaría hacer una fiesta brutal, pero no tengo amigos. Tampoco los tenía en el otro instituto que tenía antes, solo un vecino del mismo piso que el nuestro que iba a un internado y solo estaba en casa los fines de semana, era lo mejor que podría tener.
En cuanto a mi vida escolar tengo muy buenas notas, todo sobresaliente y ninguna falta de asistencia de la que me tenga que arrepentir, seguramente por eso me odiaban todos. Suelo ser la típica rata de biblioteca que se queda callada sin hacer ruido porque cree que si respira todo el mundo se enfadará con ella. Todo lo normal en la típica adolescente americana que ha vivido diez años en Londres, cuando tenía a mis padres vivíamos en esta ciudad, una pena que no me acuerde de nada.
Suena el claxon de un coche dos veces y un gran camión de color blanco y con el logotipo de la empresa dibujado a lo grande con letras verdes. Dos personas se bajan de él y se acercan a la casa. Me pongo de pie y me limpio el sudor de las manos en los vaqueros azules. Le grito a Chris que venga y en dos segundos aparece en el porche.
-Ya están aquí, gracias por la rapidez. Es que tenemos que empezar a colocar todas las cosas para tener por fin nuestro hogar.
¿Nuestro hogar? La estupidez de este hombre es sin duda de las mayores. Me río por lo bajo y miro hacia otro lado.
-No importa, nosotros también fuimos muy rápidos a la hora de instalarnos aquí.-comenta uno de los conductores. Es un hombre mayor, como de unos cincuenta años y con muchas arrugas. Su  pelo es canoso y está echado hacia atrás de una manera muy ridícula para que no se le nota la calva. Tiene los ojos azules y gafas.
-¿Usted no es de aquí? Creí que sí, por la empresa.
El hombre niega con la cabeza y le da un golpe en la espalda a su compañero, un muchacho casi de mi misma edad. Es rubio y su pelo es un poco rizado, tiene los ojos azules y es muy alto. Cuando me mira sonríe; yo aparto la mirada.
-Mis hijos y yo nos mudamos aquí después de que mi esposa falleciera en un accidente de coche.
Mi tío ahora parece incómodo.  Lo miro de reojo y vuelvo mi vista hacia el muchacho de ojos azules que va vestido con el mismo traje que su padre, será el de su empresa de transporte.
-Siento su pérdida.
El hombre asiente con la cabeza y vuelve a darle un golpe a su hijo en el hombro, haciéndole una señal hacia el camión.
-¿Por qué no vas a descargar las cosas? Yo mientras hablaré con el señor Berry para comentarle el precio.
El muchacho asiente y se va, puedo ver en un suspiro sus anchas espaldas y su pelo rubio alejarse por el pequeño camino del jardín. Mi tío me da un golpecito en el hombro y me señala a mí también el camión.
-¿Por qué no ayudas?
Lo miro con el ceño fruncido y me cruzo de brazos, pero al final me encojo de hombros.
-Si no hay más remedio.
Empiezo a andar por el camino mientras mis botas de flores que son como dos números más grandes que mi propio pie resuenan en la piedra blanca. Cuando llego a la parte trasera del camión puedo ver todos los muebles que hay: una lámpara, dos camas y su cabeceros y colchones, muebles y más muebles… No sabía que teníamos tantas cosas hasta que las veo apiladas en un mismo sitio.
El muchacho rubio está descargando una mesilla (mí mesilla) en esos momentos. Lo hace sin dificultad, como si solo fuera un juguete. Es muy fuerte, o solo lo aparenta.
-¿Necesitas algo de ayuda?-pregunto, me apoyo en el camión y lo miro a los ojos.
El muchacho me mira y se encoge de hombros.
-Si eres capaz de bajar un mueble entero, eres bienvenida.-me contesta. Su voz es grave y divertida. Me mira con un solo ojo porque el otro lo tiene cerrado por el reflejo del sol. Mis ojos, al ser completamente negros pueden soportar la luz. 
Él me sonríe y me extiende su mano.
>>Me llamo Luke Hamilton, ¿tú eres?
Le estrecho la mano despacio. Mi mano está casi toda cubierta por mi chaqueta de manga larga de color lila. Es larga y calentita, me encanta.
-Calina Berry.
Luke me sonríe de lado, con gracia. Vuelve a descargar otra mesilla y la pone a mis pies. Me subo a ella y después al camión para coger las cosas menos pesadas y cercanas que veo, cojo una lámpara negra y se la paso a Luke para que la deposite en la acera.
-Y ¿ahora irás al instituto?-me pregunta Luke después de un rato. Él también se ha subido al camión porque solo quedan los muebles más pesados. Quién iba a decir que terminaríamos tan pronto.
-Supongo, ¿cuántos institutos conoces que acepten a una muchacha al final del primer trimestre?
Luke se ríe y cuando lo hace, le suben y bajan los hombros. Yo solo sonrío tímidamente y me limpio el sudor de las manos en los pantalones.
-Pues solo conozco al único instituto de aquí, es al que yo voy.
-Si es el único de aquí es al que va todo el mundo ¿no?-inquiero, alzando las cejas de manera mecánica.
Luke se vuelve a reír y cuando se cantea me mira a los ojos. Me pone nerviosa que la gente me mire a los ojos, es una extraña manía que tengo desde pequeña. Miro mis botas con las mejillas encendidas como tomates esperando que no lo haya notado. Es muy majo, que pena que solo esté mintiendo.
-¿Por qué me miras tanto?-pregunto después de un rato. Luke se está bajando del camión y yo lo sigo. Me tiende la mano para ayudarme bajar pero me parece que eso sería como demasiado así que doy un salto y bajo al suelo. Intento ignorar el dolor del tobillo.
-Te podría haber ayudado a bajar.-me comenta.
-No tienes por qué.
Empiezo a andar hacia casa pesadamente por el dolor de tobillo que se va apagando de manera lenta. Luke Hamilton me sigue los talones.
-Te miro porque nunca he visto a una muchacha tan graciosa.
-No he dicho nada que haga gracia Luke.-niego con la cabeza y me canteo para mirarlo. Es como treinta centímetros más alto que yo así que tengo que levantar la cabeza para mirarlo a los ojos.
-Pues entonces eres tú; tu tono es el que me hace gracia.
Me trago una sonrisa.
-No tienes por qué mentir si no quieres, sé que estás mintiendo. No espero que me entiendas pero no te conviene ser amable conmigo.-le digo, en estos momentos se me está formando un nudo en la garganta-.Nadie es mi amigo y yo no quiero hacerlos así que déjame en paz.
Empiezo a caminar para dejarlo ahí parado, en la puerta del jardín con la palabra en la boca. Cuando entro en casa, Chris está estrechándole la mano al señor Hamilton y Elena sonríe satisfecha. Me dejo caer en las escaleras y veo como empiezan a entrar y salir de la casa con todos los muebles que hemos descargado.

-¿Ya se han ido?-pregunto desde arriba. En el piso superior hay tres habitaciones y un cuarto de baño con azulejos azules y blancos. Es un estrecho pasillo y tiene una barandilla para bajar por las escaleras. En el piso inferior está la entrada en donde han colocado todas las cajas, muebles y demás. A la izquierda está el salón y a la derecha la cocina que tiene otra puerta que da a un patio trasero con piscina de pequeño tamaño. En la entrada hay otra puerta que da al sótano; un gran agujero negro al que todavía no le ha colocado la bombilla a la lámpara. Está todo lleno de polvo.
-Sí, ¿por qué no bajas?-Elena aparece limpiándose las manos con un trapo de cocina. Es la sala que antes han colocado todos, el comedor es lo siguiente y las camas lo de después.
-¿Qué quieres?
-¿Y ese tono?-Elena me agarra un rizo del pelo y me lo coloca detrás de la oreja. Sus ojos castaños me miran insistentes con preocupación. Ella es muy guapa, con el pelo castaño liso recogido en un moño y un vestido negro con flores.
>> ¿Sabes que ese muchacho, Luke, va al mismo curso que tú? Por supuesto es más mayor. Estoy deseando que llegue el lunes para ir al instituto, ¿y tú? Que suerte que sea tu profesora de lengua ¿verdad?
Me trago eso de que familia y clases no combinan en absoluto, pero solo sonrío de medio lado. En estos momentos entra Chris acariciándose la frente. Él es alto y un poco regordete, con una frente ancha y su pelo rubio muy corto. Sus ojos son azules, se nota que era hermano de mi padre, aunque este tenga tres años más.
-¿Qué os apetece cenar? Tengo dos propuestas: pedir pizza o ir a un chino.
-Chino.-decimos Elena y yo a la vez. Nos reímos y después salimos fuera para montarnos en el Mercedes rojo de Chris. Tenemos que acostumbrarnos a la ciudad porque si no vamos a estar muy perdidos en los días que vienen.

Prólogo

Hace diez años…
-¿Crees que nos cogerán?
Anissa  no paraba de mirar a la pequeña niña que tenía en la parte trasera del coche; sus ojos negros estaban cerrados por el sueño, sus pequeños rizos pelirrojos le caían sobre la frente revoltosos y su dedo estaba en su boca. Adam no paraba de mirar al frente; a la carretera. Sus ojos azules estaban inquietos, asustados. Anissa sabía que los iban a coger, pero rezaba por ellos dos.
Desde hace mucho tiempo la ciudad de Ravensfox, había sido presente de los numerosos ataques que se habían producido, hacía millones de años que no se producían hasta que ella llegó, Calina era demasiado especial para que la cogieran.
-No lo sé.-Adam miró a Anissa para volver su mirada a la carretera encharcada por la lluvia. Si esto seguía así se chocarían contra algún árbol, animal u otro coche.
Anissa tragó saliva. Una extraña sensación le recorría la espina dorsal: se estaban acercando y eso no era nada bueno. Agarró la mano Adam y la apretó.
-Ya es tarde.-le dijo en un susurro, las lágrimas le caían por las mejillas-.Están aquí, ya nos han encontrado.
-Quizás si piso más el acelerador…-propuso este, pero él sabía también que no se iban a librar de sus perseguidores.
Las sombras. Numerosas sombras aparecieron delante de ellos como un muro, pero lo atravesaron con facilidad. En un descuido, el volante giró por sí solo y se fue hacia la derecha para acabar desbordándose y chocarse contra un árbol.
Calina Berry era huérfana a partir de ese momento.